martes, 19 de febrero de 2013

Comunicación y Propaganda: La información como Sistema de tecnodominación

“Si comprendemos los mecanismos y los móviles propios del funcionamiento del espíritu de grupo, resulta posible controlar y encauzar a las masas según nuestro deseo y sin que sean conscientes de ello. La manipulación consciente e inteligente de los hábitos y de las opiniones organizadas de las masas es un elemento importante en una sociedad democrática. Son las minorías inteligentes las que deben hacer uso sistemático y continuo de la propaganda”

Edward Bernays, fundador de las modernas “public realtions”.

En nuestras sociedades tecnológicas nos resulta materialmente imposible eludir a la información propagada por los omnipresentes mass media: estamos impregnades de imágenes, mensajes e informaciones que moldean nuestra percepción de la realidad y la interpretan. Nos hallamos, literalmente, asediades por una industria de la comunicación con una extraordinaria capacidad de influencia social, simultáneamente capaz de movilizar (interesadamente) a las masas o reducir a las personas a vulnerables zombies desinformades. Esta industria no es un perverso poder abstracto que actúa clandestinamente, sino un negocio de dimensiones planetarias regido por las leyes del mercado donde se trafica con la realidad (se venden acontecimientos) y cuyos responsables tienen nombre y apellidos.

Este artículo tan sólo busca una modesta aproximación a tres aspectos muy concretos del complejo tinglado mediático, la información como instrumento de propaganda y como mercancía, así como los principios del nuevo periodismo y su lógica interna.

Deliberadamente hemos prescindido de acompañar cada información de ejemplos ilustrativos pretendidamente esclarecedores. Éstos son numerosos, pero hallarlos le corresponde al lector.

1.- Los medios de comunicación, eje del Sistema de propaganda

¿Qué es la industria mediática? Comencemos por lo que, definitivamente, no es: los mass media no son ni un servicio social ni un contrapoder independiente que defiende los intereses cívicos. Su función es bien diferente. Los medios de comunicación actúan fundamentalmente como un sistema de transmisión de mensajes y símbolos para les ciudadanes medies. Su función es la de divertir y entretener antes que informar, así como inculcar a los individuos los valores, creencias y códigos de comportamiento que les harán integrarse en las estructuras institucionales de la sociedad. El papel de los mass media es, como sostiene Noam Chomsky, ideólogo y adoctrinador. La “libertad de expresión”, uno de los grandes mitos contemporáneos, queda en realidad reducida a los estrechos límites marcados por las grandes corporaciones informativas, verdaderos agentes administradores de ese derecho. Así, la libertad de expresión deja de ser un derecho social para convertirse en un privilegio instrumental en manos de los monopolios informativos. La creencia de unos medios de comunicación objetivos, que buscan informar al ciudadane para dotarle de unos elementos de juicio que le ayuden a supervisar los procesos políticos, es decir, al creencia en que los medios de comunicación son los paladines de la soberanía popular, es una farsa insultante. Si algo defienden los mass media, tal como corresponde a un modelo de propaganda, son los intereses de los grupos privilegiados que dominan el Estado y la sociedad. Observemos que, en gran medida, los programas informativos están casi exclusivamente habitados por las estrellas de la política o el deporte, esto es, por las personas a las que hay que respetar o admirar… La información se parece cada vez más a la difusión audiovisual de consignas, ya sean de carácter político o comercial. De hecho, cada vez es más difícil distinguir la propaganda política de la publicidad: hemos llegado a un extremo en el que la supervivencia de muches politiquees depende de su presencia mediática y de la eficacia de sus gabinetes de prensa que promueven su imagen.

Los mass media han adquirido progresiva importancia hasta convertirse en el pilar informativo que sostiene al sistema y para ello emplean en su actividad diaria varios métodos: la selección de los temas, la articulación de las cuestiones, el filtrado de información, el énfasis y el tono empleado, así como el mantenimiento de los debates siempre dentro de las premisas aceptables mediante el acatamiento pleno y apología de unas reglas del juego respetuosas con el régimen sociopolítico vigente. De este modo, no sorprende el hecho de que muchos acontecimientos no lleguen a ser noticia, simplemente porque no están incluidos en el “orden del día” establecido por los medios y por los Gobiernos (principales abastecedores de noticias), quienes definen las prioridades informativas. La realidad queda troceada y mutilada, con lo que se sustrae a la opinión pública la oportunidad de entender el mundo real. Cuando la prioridad es la obtención de beneficios, lo primero en ser sacrificado es la verdad…

Los medios de información, como pilares del modelo de propaganda, buscan crear adhesión al Sistema e inducir a la conformidad social, creando estados de opinión favorables a las necesidades de las élites privilegiadas y del Poder. Los medios de comunicación son instituciones ideológicas que realizan una función propagandística de apoyo al Sistema, supeditándose a las fuerzas del mercado y a los intereses privados dominantes, aplicando la autocensura o interiorizando los mensajes que difunden.

Por otra parte, la servidumbre hacia los anunciantes convierte a los medios de comunicación en apéndice audiovisual de los intereses comerciales: se prioriza el entretenimiento por encima de la información, se evitan los programas que puedan generar controversia o susceptibles de interferir negativamente en los hábitos de consumo o provocar disensiones sociales. A la desinformación, la industria de la comunicación añade lo que podíamos llamar “terapia del embrutecimiento analgésico” cuya finalidad última es neutralizar cualquier manifestación de hostilidad social hacia el Sistema: la “telebasura” o los “reality show” cumplen eficazmente esta función.

2.- La información como mercancía: hacia el totalitarismo parabólico

A nadie se le escapa que la industria de la comunicación camina hacia la constitución de un oligopolio global dominado por un grupo de mastodontes de la información que aspiran a capitanear el negocio comunicacional, el factor de poder más influyente en el mundo de la postguerra fría. Los titanes de la información (CNN, Time-Wamer, NBC, Microsoft…) persiguen un peligroso objetivo: convertirse en los únicos interlocutores del ciudadane, al que suministrar a la vez noticias, entretenimiento, cultura, informaciones financieras… Es decir, aspiran a conducir los intereses cívicos mediante una amplia oferta individualizada con todo tipo de servicios. El propósito es hacerse imprescindibles orientando la vida de la gente. Insistamos en ello, la información que nos venden ni nos emancipa, ni nos hace más crítiques. Simplemente nos integra en un mercado comunicacional que nos utiliza como fuente de beneficios. Y hoy por hoy, los límites de este negocio ya van mucho más allá del simple entretenimiento…

Podemos aventurar que el proceso de fusiones de las multinacionales de la comunicación creará un complejo industrial-informacional capaz de someter a la población mundial a un auténtico vasallaje cibernético que establezca las bases de un poder trasnacional fuera de todo control. No se trata de ponernos estúpidamente apocalíptiques, pero es necesario señalar los riesgos, más que probables, de un futuro a la vuelta de esquina en el que un puñado de cadenas audiovisuales parasitarán a una audiencia planetaria extendiendo las mismas preferencias, los mismos hábitos de consumo, los mismos valores y la misma ideología (la sociedad capitalista de mercado y la democracia oligárquica). Una devastadora estandarización que convertiría a la población mundial en clones idiotizades y en enanes mentales. Al loro, por tanto, con el totalitarismo parabólico a la conquista de nuevos mercados y con las nuevas tecnologías de la información que lo harán posible.

En este contexto, la información, hoy más que nunca, representa una mercancía que vender a audiencias sedientas de sensaciones nuevas y de excitantes emociones. Así, la categoría de “información” acoge sin pudor desde el más insignificante chismorreo hasta el penúltimo escándalo presidencial. Como señala Ignacio Ramonet, la definitiva depreciación de la labor periodística se ha evidenciado en el asunto diana de Gales y en el caso Lewinsky. La muerte de Diana provocó un psicodrama planetario que inaguró un periodismo emocional capaz de beatificar a un personaje insignificante de escasa transcendencia y convertirlo en objeto de culto masivo. Una lección de la peligrosa capacidad de los mass media para crear símbolos de identificación que arrastran a naciones enteras. A buen seguro, los Gobiernos habrán tomado buena nota de la utilidad del “síndrome de Diana”. En el caso peninsular, tan sólo hay que examinar lo ocurrido con el caso Miguel Ángel Blanco: movilizaciones teledirigidas en un clima de histeria mediática. Por su parte, el caso Lewinsky ha provocado una incontrolada locura comunicacional capaz de convertir un adulterio doméstico en una estruendosa conmoción política internacional que demuestra la servidumbre del periodismo hacia cualquier asunto, por mísero que sea, capaz de atraer la atención de las audiencias. El nuevo paradigma es que el valor de una noticia se mide por el número de espectadores a les que interesa. Esto implica arrojar definitivamente al basurero cualquier pretensión de información crítica que permita al ciudadane medie comprender cómo funcionan las cosas.

3.- Los nuevos principios de la información

El mundo de la información ha cambiado. Y con él, los nuevos “principios profesionales” que lo rigen. Tapémonos la nariz y echemos una pequeña ojeada a lo que podríamos llamar el decálogo de la infobasura, esto es, los ingredientes constitutivos del “nuevo periodismo” predominante que determinan su “lógica interna”:

Mimetismo mediático: Es la fiebre que impulsa a los medios a precipitarse sobre un acontecimiento con el pretexto de que otro medio de referencia (el club de gurús consagrados de la industria) ha tocado la noticia. Este efecto consigue que todes hablen de lo mismo en los mismos términos, es decir, la absurda circularidad de la información.

La emoción también es noticia: se trata de abordar casi en exclusiva la dimensión melodramática de un acontecimiento, según la norma por la cual “si la emoción que usted siente viendo el telediario es verdadera, entonces la información es verdadera”. La emoción suplanta a la información.

Ver es comprender: Según esta concepción, el análisis de las situaciones complejas (por ejemplo, la Guerra en los Balcanes) es un factor de aburrimiento que hay que suprimir. Así, bastaría con acercar al espectador al horror de una guerra sin molestarse en profundizar en las razones que la desencadenaron. Según esta falsa idea, la imagen contiene en sí misma toda la verdad del acontecimiento.

La verdad es lo que otros medios dicen: Para dar por cierto un hecho basta con que otros medios reflejen ese mismo hecho confirmándolo, así, una intoxicación puede ser coreada por todos los medios sin ser cuestionada. Esto demuestra que los medios de comunicación no saben distinguir estructuralmente lo verdadero de lo falso.

Pensar es aburrido, sentir es divertido: En concreto, la información televisada está estructurada como una ficción con todos los elementos necesarios (tragedia, violencia, sexo, carcajadas o ternura) para captar la atención del espectador porque de lo que se trata, una vez más, es de distraer y no de informar.

Informarse es vivir la actualidad: Se nos hace creer que la suma de los acontecimientos del día equivale a la realidad, renunciando a la dimensión histórica, social o política de unos acontecimientos que presenciamos sin comprenderlos. Muchos conflictos se reducen a clichés maniqueos de buenes y males.

¿Revelar o investigar?: La investigación periodística cada vez se ocupa menos de cuestiones de transcendencia social y se dedica a cazar escándalos que impresionen a las audiencias. Se pasa así a un periodismo de revelación sensacionalista (ahora, toda la prensa es sensacionalista en mayor o menor grado).

Censurar ya no es restar, sino sumar: Llegamos a la madre del cordero. Hoy, el poder, para ocultar una situación, ya no necesita esconderla, sino suministrar más datos del que el ciudadane pueda asumir. La censura ha pasado a ser una dimensión estructural del Poder y no sólo una característica de las dictaduras. La sutilidad del discurso mediático reside en la imperceptible perfección de este método: creemos estar informades cuando tan sólo seguimos tan ignorantes como siempre.

Defenderse de la manipulación, de las intoxicaciones informativas y de la visión de la realidad que imponen los medios de comunicación no es ni fácil ni sencillo. Requiere del esfuerzo de desempolvar nuestra agudeza crítica y de nuestra capacidad para combatir el discurso mediático dominante. En definitiva, la contrainformación comienza por nosotres mismes…
 
Agrupación Anarquista El Búho
Zaragoza, Abril de 1999
Extraído de Jake Libertario, 15
 
 
Fuente: El Germinal 

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